PÍO BAROJA
Pío Baroja
(1872 –
1956) nacido en San Sebastián y afincado en Madrid, abandonó la
medicina y el negocio de panadería que regentaba en Madrid para
empezar a colaborar en revistas y periódicos. En 1935 ingresó en la
Real Academia de la Lengua. Se exilió a Francia durante la Guerra
Civil hasta que en el año 1940 volvió a Madrid, donde permaneció
los 15 años que restaron hasta su muerte en 1955.
Entre
su primera obra, Vidas sombrías – que pagó para que
publicaran-, y Desde la última vuelta del camino – siete
volúmenes de memorias – se extiende una de las vidas literarias
más fructíferas del siglo XX. Fiel al espíritu del 98,
inconformista y anticlerical sembró de genialidad y de su particular
visión del mundo novelas, ensayos y cuentos.
El
árbol de la ciencia fue publicado por primera vez en 1911,
tras 17 novelas, además de varios ensayos, cuentos y artículos.
CRÍTICA: EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
Cuando
abrí por primera vez el libro El
árbol de la ciencia lo hice a tientas, sin saber qué
encontraría dentro. Puede que sea una tontería, pero nunca leo las
contraportadas de los libros antes de leer el contenido en sí.
Ateniéndonos al título, cabría esperar entre lectores jóvenes e
inexpertos poco menos que un tratado sobre ciencia. Y tal vez lo sea.
Lo que
sí que es cierto es que para llegar a comprender esta obra en
profundidad, no nos basta con saber que su autor es Pío Baroja.
Necesitamos saber que Andrés Hurtado, el protagonista de este árbol
antagónico al de la vida, es el álter ego de quien le dio vida a
través de su pluma y papel. Por ello es también casi fundamental
tener en cuenta puntos de la vida de Baroja que quizás no son
conocidos por el común de los lectores que se enfrentan a esta
novela.
El
propio Pío Baroja se incluye en un grupo considerado “enfermo”
por el hecho de tener más sensibilidad de la necesaria. Era
considerado como un tipo solitario, de extremada timidez,
independencia y misoginia. Autodepresivo por excelencia, le
consideraron con un cierto desequilibrio y talante de hombre rabioso.
“La
vida es esto, crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la
fuerza por la debilidad”. Son palabras de Baroja, que bien
podemos comparar con las que se plasmaron en El árbol de la
ciencia en referencia a la vida de su protagonista: “la vida
en general y, sobre todo, la suya e parecía una cosa fea, turbia,
dolorosa e indomable”.
Llegados
a este punto y antes de adentrarnos más en la obra, es oportuno que
especifiquemos frente a qué nos encontramos. El árbol de la ciencia
cuenta la historia de Andrés Hurtado, su trayectoria vital e
inquietudes. Se trata de un estudiante de Medicina sin a penas
inquietud por la misma que busca el camino de su vida en otros
derroteros bien distintos tales como discusiones políticas,
científicas y filosóficas, siempre con un afán irremediable por
encontrar la verdad absoluta, sin éxito, lo que le lleva a ser un
hombre que rechaza el mundo en el que vive.
Miremos
por donde miremos, si tenemos en cuenta la vida de Pío Baroja, no
encontramos más que similitudes con Andrés Hurtado. Ambos han sido
descritos como hombres solitarios, pesimistas, de un radical
escepticismo religioso, social y económico, muy acordes con el
contexto de la crisis de finales de siglo con los problemas de las
colonias. En cuanto al regeneracionismo, encontramos a lo largo de la
obra de Baroja continuadas críticas a España, a la que en el libro
se refiere como “un país sin civilización, sin cultura, en donde
no se tenía la menos atención al extranjero”, “país miserable
y atrasado” y a sus costumbres como “un absurdo completo”. Con
esto, crítica también la tauromaquia, haciendo que Hurtado de una
visión del médico de Alcolea, el pueblo donde trabaja, como un
bruto por ser aficionado a los toros.
En
lo referente a España se ocupa también de desmontar los tópicos
sobre las autonomías. La mejor manera de verlo es citando
textualmente lo que el propio autor plasmó en el libro:
“Había
en la mesa tres viajantes de comercio. Uno de ellos era un catalán
que representaba fábricas de Sabadell; el otro, un riojano, que
vendía tartratos para los vinos, y el último, un andaluz que vivía
en Madrid y corría aparatos eléctricos.
El
catalán no era petulante como la generalidad de sus paisanos del
mismo oficio; el riojano no se las echaba de franco ni de bruto, y el
andaluz no pretendía ser gracioso”.
Contiene
también El árbol de la ciencia una visión ácida e irónica
-como de casi todo- de la Iglesia y la religión. Muchos de sus
personajes son descritos como anticlericales, pero donde de verdad se
aprecian estas influencias eclesiásticas y bíblicas es en el propio
título, así como en las conversaciones que Hurtado mantiene con su
tío Iturrioz, poniendo en entredicho la visión, digamos, oficial
del árbol de la vida y posicionándolo frente al de la ciencia del
bien y del mal. Relaciona este tema con la visión de Kant, la cual
deriva a la de Schopenhauer, el filósofo de cabecera tanto de Baroja
como de su alter ego.
En
definitiva, El árbol de la ciencia es, con un lenguaje
sencillo que a veces admite tecnicismos en los que Baroja da cuenta
de sus estudios de medicina, un retrato de la sociedad española de
la época, así como una crítica contundente a la España de finales
de siglo a la vez que hace una introspección a la vida del propio
autor.
En esta lista de reproducción encontramos siete vídeos coincidentes con las siete partes en que se divide la novela en los que podemos escuchar locutado el libro completo de 'El árbol de la ciencia', de Pío Baroja.
En ese mismo canal de YouTube podemos encontrar otros audiolibros completos.
Sinopsis:
El árbol de la ciencia, último volumen de la trilogía La raza, completada por La dama errante y La ciudad de la niebla, muestra la trayectoria vital y las inquietudes de Andrés Hurtado, álter ego del autor tanto en ideas como en profesión. Discusiones políticas, científicas y filosóficas, con el afán de llegar a la verdad, descubren a un hombre inadaptado y racionalista que rechaza el mundo en el que vive y al que ni siquiera el amor consuela.
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